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lunes, 19 de julio de 2010

Poemas Julieta Dobles





Julieta Dobles Izaguirre, nació el 11 de marzo de 1943 en San José, Costa Rica. Cursó estudios de Filología y Lingüística en la Universidad de Costa Rica (1969-1971); donde ya había culminado un profesorado en Ciencias Biológicas (1965). Además, posee una maestría en Filología Hispánica, con especialidad en Literatura Hispanoamericana, por la Universidad del Estado de Nueva York, Campus de Stony Brook (1986). Fue co-coordinadora del Taller Literario del Círculo de Poetas Costarricenses de 1967 a 1978. Ha sido profesora de Ciencias y Biología, en secundaria, de 1964 a 1978; y profesora de Literatura, Comunicación y Lenguaje en la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica desde 1990. Es miembro de número de la Academia Costarricense de la Lengua, correspondiente de la española. Reconocimientos en Costa Rica, cinco veces ganadora del Premio Nacional Aquileo J. Echevarria, en Poesía (1968, 1977, 1992, 1997 y 2003). Premio Editorial Costa Rica (1975). Primer Accésit del Premio Adonais (Madrid, 1981). Ha publicado sus poemas y artículos en diversos periódicos y revistas, tanto impresos como digitales. Ha participado en la preparación de antologías de la Escuela de Estudios Generales de la Universidad de Costa Rica y en 1977, junto con otros poetas, publicó el Manifiesto trascendentalita. Es una poeta excepcional, la cual ha marcado un nuevo estilo lírico en la poesía costarricense. Tal vez el sello que la caracteriza sea la sencillez con la cual nos envuelve en temas tan profundos del alma que si se expusieran con tendencias más complicadas perderían la lucidez y la frescura con la que llegan al lector. Es así como Dobles nos envuelve en una poesía íntima, personal, diáfana y sobre todo llena de una simpleza profunda por el universo que habitamos y por los quehaceres del ser humano. No nos sorprende, por lo tanto, que ésta extraordinaria poeta costarricense esté catalogada por la crítica nacional y extranjera como una de las mejores y más representativas poetas contemporáneas costarricenses. Podemos apreciar una magia profunda, cargada de riqueza espiritual. Su sólida trayectoria literaria nos muestra una amalgama de poemarios en donde aprendemos a recorrer, de la mano de la voz poética, un camino hacia la iluminación.





POEMAS






SEGUNDA DESFLORACIÓN


Apareciste.
Fugaz, impredecible.
El más urgente ahora.
El subrepticio beso a la distancia,
más quemante mientras más lejos arde,
más moroso y astuto
que ras de labio.
Ardió sobre mi cuello
Desde la otra esquina del salón,
ala temible y deleitosa.
Tu palabra,
La subversiva,
Irresistible herramienta del deseo.
Y mi burbuja oscura,
aquella que arrastré
después del desamor.
Mi segunda virginidad,
Estéril, afrentosa,
Rota de displaceres
donde el eros se esconde,
se esfumó en el asalto de tus manos,
ante el atrevimiento de tu lengua invasora,
enfrente al tajo de la noche
que improvisaste así para mi gozo.
Podría empezar a amarte
si me lo permitieras.
Eres demasiado fugaz,
tejido ajenamente en la distancia.
Y quizá nuestros mundos
no vuelven a cruzarse.
Te agradezco ese golpe de instinto
que me abrió claridades.
Recorrí, nuevamente,
La dulzura de los cuerpos
que se van acercando, hasta cerrarse
uno sobre otro, como puertas al gozo.
Y el jadeo triunfante,
música que no puedo desterrar de mi vida.
Y la belleza antigua de la espada
que siempre me sorprende,
y da vida y no muerte a donde hiere.
Quizá yo sea en ti
sólo unos ojos memorables,
que se irán disolviendo entre sus días
de rutina y de hastío.
Yo soy la gananciosa:
puedo hoy volver a amar.






DE PALABRAS



La palabra, tu palabra
es un barco certero hacia el deseo.
Lanza tan primitiva,
caricia tan urgente,
lindando casi con el rojo
mordisco de lo obsceno.

Tu palabra me sobresalta,
me desata, me incita.
Plenamente verbal,
me humedezco de esencias germinales,
y se activan mis manos,
mi cuerpo, mi palabra también
para dormir el aire con la tuya.

Tu palabra, furtiva entre mi oído,
moscardón malicioso,
me cosquillea el instinto.
Subleva mis silencios
y, exacerbada de penumbras,
nos acerca y nos une
en esa vieja danza
de los cuerpos deseantes y absolutos.

Tu voy y mi voz se están amando
entrecortadas, susurrantes,
plenas de excitaciones, de turgencias,
de alientos agresivos o ternísimos,
entre un silencio despeinado y gozoso.

Palabras que se tocan,
se muerden, se estremecen
sn esa enredadera de deseos
que es sólo aire empapado y aromoso.

Hacemos el amor también con la palabra.





LA CASA CERRADA



La casa de mi madre sigue allí, en pie,
extrañamente en pie, como el tronco de un árbol
ya vacío a ras de la tormenta.

Pero nada se mueve en ella.
Nada bulle detrás de las paredes agobiadas,
nada pulsa, excepto el desamparo
que busca ansiosamente viejos ecos
en los amplios zaguanes,
donde el silencio anida como pájaro roto,
más penoso aún después de tanta música.

El reino de la ausencia:
esta es la verdadera ventana de la muerte,
que cristaliza todo lo vivido
en una urna imposible a los retornos.

Camino por las habitaciones
desiertas como espejos
que ya nada reflejan.
Con los muebles ausentes se marcharon
lo poco que quedaba de tu aura, madre,
y de nuestra presencia de infancias tan vividas
que su hálito terrestre
perfumaba aún mosaicos y rincones.

Quiero creer que tu saludo
desde la muerte fue veraz.
Que el sueño de las niñas
viéndote entrar de nuevo
con tu sonrisa de flor antigua
a la casa que nos vivió por medio siglo
fue un mensaje certero
para mi duelo sin respuestas.

Pero no hay resonancia en mi congoja.
La materia es tan sorda,
mi llanto tan espeso y tan urgente
que tan solo me queda este poema
donde converso a solas con la ausencia,
frente a aquel patio nuestro,
donde los árboles ancianos
sembrados por la mano paterna
-¿los recuerdas en su cortina de abandonos?-
se nos mueren también.





SILOGISMOS DE AUSENCIA



Si tu silencio me muerde la alegría,
escribo.

Si no hay música que llene tus ausencias,
escribo.

Si añoro la quemadura de tus manos
sobre mis playas húmedas,
escribo.

Si cuando te nombro me recorre la espalda
una fila de besos emigrantes,
escribo.

Si en tus labios borrados adivino
la única fuente que me mata de sed,
escribo.

Si el vacío de tu voz transforma mis silencios
en tambores ausentes y enervantes,
escribo.

Si toda mi piel grita de soledad y miedo
para ahuyentar la soledad invasora,
escribo.

¡Cuánta poesía entretejen
tu ausencia y mi dolor!


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